- Cuando hay falta de agua son las mujeres las más perjudicadas, las que buscan soluciones para que el vital líquido no falte a la familia.
- Sin embargo, las políticas sobre el agua se diseñan y dirigen con una visión técnica y masculinizada que obvia las necesidades y aportaciones de las mujeres
Nutre a su familia de agua. No es casual. Cuando no hay agua, como cuando no hay alimentos, son las mujeres las que se encargan de su búsqueda, de su recolección. Todas tenemos la imagen en la cabeza, muy recurrente en los medios de comunicación, de una mujer africana acarrando un balde o un bidón de agua. Hablar de agua es hablar de mujeres. Y hablar de desigualdad de acceso al agua es hacerlo de desigualdad de género.
Algunas estimaciones sugieren que, en África subsahariana, se dedican alrededor de 40.000 millones de horas anuales a la recolección del vital líquido, cifra que representa el trabajo de un año para el total de la población activa de Francia. No son minutos neutrales. Ni equitativos. Son tiempos acaparados por mujeres. Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, vidas.
El acarrear agua ocupa una parte de jornadas, ‘robando’ un tiempo que podría estar dedicado a otras actividades; también para ir a la escuela. Cargar con litros y litros de agua supone a la larga problemas de salud y también expone a las mujeres a los peligros del camino, a asaltos, a violencia… El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) explica que “en los países en desarrollo, atender a los hijos, cuidar a enfermos y ancianos, preparar la comida y buscar el agua y la leña son tareas dominadas por las mujeres. La búsqueda de agua es parte de la desigualdad de género”.
Un ejemplo: en la zona rural de Benín, las niñas de entre 6 y 14 años pasan una hora de promedio al día buscando agua, en comparación con los 25 minutos de sus hermanos varones. Hay muchos otros: en el Malawi rural, las féminas pasan alrededor de ocho veces más tiempo que los hombres buscando agua y leña, mientras las niñas dedican cerca de tres veces más tiempo que los niños a dichas tareas. Y en España, cuando a una familia le falta agua suele ser la mujer quien busca soluciones, como contó a eldiario.es la extremeña Pilar Rodríguez.
“Somos nosotras quienes peleamos las pipas [camiones cisterna]. La proveedora es la mujer. ‘Usted me avisa’, dicen los hombres cuando quieren empezar a colaborar. Pero nunca toman la iniciativa. ¿No son ellos los papás, los grandes y fuertes?”, explicó a Pikara Magazine Guadalupe Doce, vecina del distrito de Iztapalapa en México DF.
Precisamente en México surgió el Ejército Zapatista de Mujeres por la Defensa del Agua, que exigían agua para sus pueblos mientras protestaban contra las presas del Sistema Cutzamala. También en este país cuatro mujeres han logrado, tras un largo proceso judicial y con amenazas de por medio, que el máximo tribunal condene al Estado por el incumplimiento de derecho humano al agua y al saneamiento, aprobado por la Asamblea de las Naciones Unidas el 28 de julio de 2010 e incluido en la Constitución mexicana.
“Las políticas relacionadas con el agua han sido generalmente diseñadas y dirigidas con una visión técnica y masculinizada que da escasa importancia a los factores sociales y ambientales. No se han incorporado el enfoque de género en las acciones del gobierno federal, estatal ni municipal, lo que es indispensable para que se consideren las diferentes necesidades y cargas de trabajo de las mujeres y los hombres. Las mujeres están ausentes en todos los niveles en relación al manejo, la gestión y la toma de decisiones. Esto limita la adquisición de capacidades técnicas y su empoderamiento”, reza el informe de la ‘Agenda Azul de las Mujeres’.
Cuando hay falta de agua son las mujeres las más perjudicadas y son ellas también las que más sufren la desigualdad cuando se habla de gestión, pues con frecuencia son apartadas de los organismos de toma de decisión. Son precisamente ellas quienes se hacen cargo de la mayoría de las tareas relacionadas con el llamado ‘oro azul’: tienen un papel fundamental en la producción de alimentos, especialmente en la agricultura de subsistencia; y hacen la mayoría de las tareas de cuidados no remuneradas, así como de limpieza y atención al hogar. Sin embargo, su participación en los procesos de toma de decisiones en materia de gestión del agua y de los alimentos sigue siendo extremadamente baja.
Miriam Nobre, de la Marcha Mundial de las Mujeres, ha hablado también con Pikara: “Siempre se relaciona a las mujeres y al agua desde el sufrimiento. No se las reconoce como portavoces; se hace un discurso emocional. Reivindicamos la participación en todos los procesos de gestión del agua”.
La dignidad de una simple letrina
Una simple letrina cambiaría muchas cosas. “Si preguntáramos a cualquier persona de un país desarrollado qué puede suponer un verdadero avance para la igualdad de la mujer, la respuesta nunca sería ‘una letrina’. Sin embargo, en los países empobrecidos del mundo la carencia de algo aparentemente tan irrelevante tiene enormes repercusiones en la dignidad, la salud, la educación y la igualdad de las mujeres. Así, los problemas de salud que padecen muchas niñas debido a la falta de letrinas les impiden ir a la escuela, lo que conlleva un desperdicio de su potencial intelectual y económico”, recoge un documento de Bakeaz.
Las mujeres que no tienen un sanitario dentro de la casa se ven obligadas a esperar a la oscuridad para hacer sus necesidades básicas al aire libre, ya que si lo hacen a la luz del día son frecuentemente molestadas por hombres. Esas noches esconden casos de acoso, asaltos y violaciones. Sí, un váter condiciona la vida.
El tema de la situación en la India y la importancia de una letrina para la salud y la para la vida misma de las mujeres saltó hace pocos meses a la prensa internacional después del suicidio de dos jóvenes que habían sido violadas. Pero en cualquier rincón del mundo, y en cualquier época, se encuentran historias de discriminación.
Ryszard Kapuscinski, un maestro para tantas y tantos periodistas, escribió en El Imperio: “El agua era objeto de especulación, una mercancía del mercado negro. Especulando con ella, la gente ganaba grandes fortunas o se arruinaba. En aquel entonces se impusieron una serie de costumbres que sólo la Revolución logró abolir. Reservada para hombres casados, la mujer no tenía derecho al agua. El que acababa de ser padre de un hijo varón le casaba con una muchacha adulta. Como hombre casado, al recién nacido le correspondía una ración de agua. Era la manera de enriquecerse de aquellas familias en cuyo seno nacían muchos varones. Sólo en 1925, el Primer Congreso de los Soviets del Turkestán se promulgó el revolucionario decreto en virtud del cual se prohibían los matrimonios de recién nacidos y se otorgaba a la mujer el derecho al agua”.
Todavía hoy, Día Mundial del Agua, que las mujeres tengan derecho al agua y por supuesto al saneamiento es revolucionario.
Algunas estimaciones sugieren que, en África subsahariana, se dedican alrededor de 40.000 millones de horas anuales a la recolección del vital líquido, cifra que representa el trabajo de un año para el total de la población activa de Francia. No son minutos neutrales. Ni equitativos. Son tiempos acaparados por mujeres. Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, vidas.
El acarrear agua ocupa una parte de jornadas, ‘robando’ un tiempo que podría estar dedicado a otras actividades; también para ir a la escuela. Cargar con litros y litros de agua supone a la larga problemas de salud y también expone a las mujeres a los peligros del camino, a asaltos, a violencia… El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) explica que “en los países en desarrollo, atender a los hijos, cuidar a enfermos y ancianos, preparar la comida y buscar el agua y la leña son tareas dominadas por las mujeres. La búsqueda de agua es parte de la desigualdad de género”.
Un ejemplo: en la zona rural de Benín, las niñas de entre 6 y 14 años pasan una hora de promedio al día buscando agua, en comparación con los 25 minutos de sus hermanos varones. Hay muchos otros: en el Malawi rural, las féminas pasan alrededor de ocho veces más tiempo que los hombres buscando agua y leña, mientras las niñas dedican cerca de tres veces más tiempo que los niños a dichas tareas. Y en España, cuando a una familia le falta agua suele ser la mujer quien busca soluciones, como contó a eldiario.es la extremeña Pilar Rodríguez.
“Somos nosotras quienes peleamos las pipas [camiones cisterna]. La proveedora es la mujer. ‘Usted me avisa’, dicen los hombres cuando quieren empezar a colaborar. Pero nunca toman la iniciativa. ¿No son ellos los papás, los grandes y fuertes?”, explicó a Pikara Magazine Guadalupe Doce, vecina del distrito de Iztapalapa en México DF.
Precisamente en México surgió el Ejército Zapatista de Mujeres por la Defensa del Agua, que exigían agua para sus pueblos mientras protestaban contra las presas del Sistema Cutzamala. También en este país cuatro mujeres han logrado, tras un largo proceso judicial y con amenazas de por medio, que el máximo tribunal condene al Estado por el incumplimiento de derecho humano al agua y al saneamiento, aprobado por la Asamblea de las Naciones Unidas el 28 de julio de 2010 e incluido en la Constitución mexicana.
“Las políticas relacionadas con el agua han sido generalmente diseñadas y dirigidas con una visión técnica y masculinizada que da escasa importancia a los factores sociales y ambientales. No se han incorporado el enfoque de género en las acciones del gobierno federal, estatal ni municipal, lo que es indispensable para que se consideren las diferentes necesidades y cargas de trabajo de las mujeres y los hombres. Las mujeres están ausentes en todos los niveles en relación al manejo, la gestión y la toma de decisiones. Esto limita la adquisición de capacidades técnicas y su empoderamiento”, reza el informe de la ‘Agenda Azul de las Mujeres’.
Cuando hay falta de agua son las mujeres las más perjudicadas y son ellas también las que más sufren la desigualdad cuando se habla de gestión, pues con frecuencia son apartadas de los organismos de toma de decisión. Son precisamente ellas quienes se hacen cargo de la mayoría de las tareas relacionadas con el llamado ‘oro azul’: tienen un papel fundamental en la producción de alimentos, especialmente en la agricultura de subsistencia; y hacen la mayoría de las tareas de cuidados no remuneradas, así como de limpieza y atención al hogar. Sin embargo, su participación en los procesos de toma de decisiones en materia de gestión del agua y de los alimentos sigue siendo extremadamente baja.
Miriam Nobre, de la Marcha Mundial de las Mujeres, ha hablado también con Pikara: “Siempre se relaciona a las mujeres y al agua desde el sufrimiento. No se las reconoce como portavoces; se hace un discurso emocional. Reivindicamos la participación en todos los procesos de gestión del agua”.
La dignidad de una simple letrina
Una simple letrina cambiaría muchas cosas. “Si preguntáramos a cualquier persona de un país desarrollado qué puede suponer un verdadero avance para la igualdad de la mujer, la respuesta nunca sería ‘una letrina’. Sin embargo, en los países empobrecidos del mundo la carencia de algo aparentemente tan irrelevante tiene enormes repercusiones en la dignidad, la salud, la educación y la igualdad de las mujeres. Así, los problemas de salud que padecen muchas niñas debido a la falta de letrinas les impiden ir a la escuela, lo que conlleva un desperdicio de su potencial intelectual y económico”, recoge un documento de Bakeaz.
Las mujeres que no tienen un sanitario dentro de la casa se ven obligadas a esperar a la oscuridad para hacer sus necesidades básicas al aire libre, ya que si lo hacen a la luz del día son frecuentemente molestadas por hombres. Esas noches esconden casos de acoso, asaltos y violaciones. Sí, un váter condiciona la vida.
El tema de la situación en la India y la importancia de una letrina para la salud y la para la vida misma de las mujeres saltó hace pocos meses a la prensa internacional después del suicidio de dos jóvenes que habían sido violadas. Pero en cualquier rincón del mundo, y en cualquier época, se encuentran historias de discriminación.
Ryszard Kapuscinski, un maestro para tantas y tantos periodistas, escribió en El Imperio: “El agua era objeto de especulación, una mercancía del mercado negro. Especulando con ella, la gente ganaba grandes fortunas o se arruinaba. En aquel entonces se impusieron una serie de costumbres que sólo la Revolución logró abolir. Reservada para hombres casados, la mujer no tenía derecho al agua. El que acababa de ser padre de un hijo varón le casaba con una muchacha adulta. Como hombre casado, al recién nacido le correspondía una ración de agua. Era la manera de enriquecerse de aquellas familias en cuyo seno nacían muchos varones. Sólo en 1925, el Primer Congreso de los Soviets del Turkestán se promulgó el revolucionario decreto en virtud del cual se prohibían los matrimonios de recién nacidos y se otorgaba a la mujer el derecho al agua”.
Todavía hoy, Día Mundial del Agua, que las mujeres tengan derecho al agua y por supuesto al saneamiento es revolucionario.
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